creencias

CREENCIAS

 

La creencia generosa de Orlando Agudelo Botero que el arte puede ser usado para educar e inspirar tal vez no sea única, pero él sin duda desfía las tendencias internacionales del modernismo con su disposición de compartir sus dotes creativas y filosofías personales.

En la serie titulada Equilibrio (1995), él no solo demuestra su constante preocupación por la educación, sino que utiliza la pintura como vehículo para transmitir su propia perspectiva de la vida. El vé al universo en un estado de equilibrio en el que las creaciones de la naturaleza forman parte del espíritu de armonía. Esta armonía comienza a nivel personal implicando nuestra existencia mental y física. Por ejemplo, cuando Orlando se encuentra en un estado de perfecto equilibrio, puede concentrarse en trabajos que inspiren a otras personas a imitar y a seguir su filosofía. Podemos ver el idealismo en su obra transmitido a través de una figura humana centrada en un círculo dorado cuya perfección simboliza la armonía universal. Se halla aquí el equilibrio entre composición e idea. También podemos encontrar frecuentemente la representación de los eternos ciclos de la vida y de otros conceptos de la naturaleza como la radiación solar.

El criterio fundamental de la filosofía personal de Orlando Agudelo Botero es su creencia en la unidad del universo, entendida como un espiritualismo natural que se extiende y reemplaza, en su vida, a las religiones creadas por el hombre de hoy. En Naturaleza (1988), el artista dedica su obra a mostrar el aprecio por la belleza natural y del aire libre, en un estilo que nos lleva a pensar en el batik de los nativos del Pacífico, habiendo sido inspirado, sin duda alguna, por ellos, durante su estadia en Hawaii. Orlando, con su don de creatividad, no solamente quiere educar a través del arte, sino utilizarlo como medio de comunicación. Intenta unir en paz a los seres humanos, especialmente a los niños y a la familia, brindándoles al hacerlo una satisfacción personal y espiritual. Percibimos que a través de su arte le interesa, más allá de satisfacer lo estético, que es intuitivo para él, lograr una comunicación. Para ésto siempre utiliza nuevos estilos y técnicas que varían paulatinamente a medida que los explora y los domina.

Quest (1990) es una composición en técnica mixta sobre lienzo que combina lo abstracto y lo figurativo. En ella nos llaman la atención dos palabras traducidas a diferentes lenguajes, “educación” y “sabiduría.” Nos demuestran la lucha del artista por lograr el entendimiento de la relación directa existente entre estas dos palabras tan importantes para el ser humano. Porque, como sabemos, sin educación no se alcanza la sabiduría. Para Orlando Agudelo Botero, la educación eleva al ser humano a un reino espiritual de entendimiento universal y es la responsabilidad de cada persona el hacerse escuchar para lograr armonía, balance y paz interior.

LA FAMILIA

El tema de la familia, simbolizado en la obra del maestro Orlando Agudelo Botero por el amor existente entre madre e hijo, está plasmado en pinturas que entrelazan el universo familiar. Allí, cada uno de los miembros del grupo aporta su propio sistema de valores e ideologías espirituales y emocionales sobre la unión familiar. Combinando la iconografía cristiana, largamente dominada por la madre y el hijo, con imágenes reminiscentes de la filosofía oriental, o aquellas de las culturas precolombinas, o rituales primitivos, Orlando Agudelo Botero se vale del amor como sinónimo del más alto lazo de unión afectiva.

El tema del amor en la pintura Equilibrio: Amor (1995), bellamente expresado en movimientos circulares envolventes, mantiene entrelazados en un interminable abrazo a hermanas y hermanos, a madre y padre, al entorno familiar. En Madona Mía (1993), un homenaje a la maternidad, la madre arrulla delicadamente a su hijo circundada por la luz de las velas. La apariencia de la madre es voluminosa semejandose a la madre tierra de donde la vida proviene. Su rostro no es otra cosa que la dulce cara de una doncella boticellana. La sagrada misión de la maternidad es igualmente recogida en La Familia VI (1990), pintada en la paleta de los azules y aguamarinas, acentuados por radiaciones doradas que le dan fuerza espiritual a la apacible composición.

Los colores en la serie La Familia son traspasados por la madre al pequeño, representando el traspaso del código genético, así como las tradiciones pasan de una a otra generación. A pesar de que los tonos del color y la expresión de los rostros llegan a cambiar de una a otra pintura, en esta serie, el mensaje sigue siendo el mismo: El amor maternal y la unión familiar que le ofrecen al mundo seguridad, felicidad, educación y paz, convirtiendose en las fuerzas que nos llevan a lograr la armonía y el equilibrio universal.

La energía que irradia la fuerza del amor es particularmente conmovedora en los trabajos en los cuales el maestro Agudelo Botero analiza aconteceres contemporáneos; especialmente aquellos acaecidos en su natal Colombia cuando el 6 de diciembre de 1989, una bomba en la ciudad Capital, destruyera el edificio del Departamento Nacional de Seguridad. Dichos hechos nos traen a la mente las brutales consecuencias que ocasiona el terrorismo y la desesperanza que deja en sus inocentes víctimas. El maestro rinde un sentido homenaje a las personas afectadas en este trágico evento e incidentes similares en al historia reciente de Colombia. En Santafé de Bogotá, Diciembre 6, 1989 (1989) el maestro Agudelo Botero plasma en el lienzo el brazo de una figura maternal que abraza a su hijo, protejiendolo de la violencia. A la derecha, en rojo, una figura intrusa representa la violencia. En esta poderosa y a su vez alertante composición concebida en los colores patrios se palpa la angustia que sienten las madres cuando su mundo es golpeado por una violencia sin sentido. Hay en esta pintura un sentimiento de premonición.

El dilema de los niños desaparecidos y abandonados en Colombia y los esfuerzos de las madres para llamar la atención inspiró la obra Desamparados (1990). El abuso y abandono de los pequeños es un problema no solo de Colombia sino todo el mundo y Orlando confronta esta trágica situación con la calma conmovedora de una súplica implorando hechos, en homenaje a las madres que continúan marchando silenciosa y dolorosamente esperando al ser querido. Acunando a un niño inmóvil, la madre inclinada en ademán de veneración, nos convoca como testigos de ésta imperdonable realidad. En medio de la desesperanza, el maestro insiste en que la confraternidad, el calor humano y los lazos afectivos que se crean son las últimas y únicas oportunidades de redención para una existencia tormentosa.

La Familia trasciende todos los límites físicos y emocionales y todas las categorías y estilos en la historia del arte. Orlando Agudelo Botero se siente libre y seguro para aproximarse a este tema que ha sido largamente honrado a través del tiempo. Mientras inventa sus propios métodos, para expresar, desde su muy personal perspectiva, este tema en el presente, el maestro rinde tributo al pasado. Cual reflejo del más profundo sentir de su alma, estas imágenes de amor y familia, al mismo tiempo tiernas y poderosas, son el corazón mismo de su arte y a su vez, el centro mismo de su alma.

COMPOSICIONES EN PAPEL HECHO A MANO

En la constante búsqueda y exploración de nuevos procedimientos para el desarrollo de sus muy personales y expresivos temas, Orlando Agudelo Botero, manipula el pigmento y la pulpa dando origen a composiciones tan únicas como únicas, son sus obras en tela.

Poniendo en práctica una metodología de su propia autoría, por medio de la cual los colores comienzan a florecer a medida que se van incorporando a la fibra, antes de que sus manos aprisionen la pulpa para convertirla en papel, el maestro, está en la capacidad de concebir imágenes que no sólo ocupan la superficie misma del papel, sino que hacen parte de éste. Con posterioridad a la obtención del papel, algunos detalles son trabajados con las fibras que le han quedado durante su producción. Los bordes son dejados tal cual aparecen una vez terminado el proceso, o en oportunidades trabajados a mano. La textura del papel hecho a mano es totalmente primitiva mientras las imágenes obtenidas son sofisticadas y elegantes.

La textura primitiva que se logra con el papel hecho a mano por el artista, invita a tratar temas que rinden un homenaje a culturas ancestrales y a conceptos tradicionales de significado universal. El díptico titulado Genders (1985) nos recuerda la elegancia de los perfiles de estilo maya mientras manifiesta su respeto por los conceptos de dualidad, balance y armonía que prevalecen en todo el trabajo del maestro Agudelo Botero. Hay en esta obra una sensación de perpetuidad en la sencillez de las imágenes que se refugian en la textura del papel, tal como en su momento, los Mayas se refugiaran en las selvas tropicales de su territorio, dejandonos tan sólo vestigios de su civilización. En Longevidad (1985), se manifiesta el mismo profundo respeto que profesa el maestro por todo cuanto hace, en esta oportunidad, representado por el baño de oro que le imprime al papel a fin de destacar las señales de la ancianidad que emergen de la textura misma del papel. De una forma sencilla simboliza la aceptación de los años trascendiendo lo puramente físico.

La creatividad que Orlando Agudelo Botero presenta a lo largo de toda su obra y en particular en la trabajada sobre papel hecho a mano, está inspirada en la música que le acompaña durante sus largas jornadas de trabajo. Con overturas clásicas que imparten un aire de absoluto encanto alrededor de su estudio, Orlando Agudelo Botero conduce su producción artística con la vitalidad de todo un maestro. La música da origen a numerosas y complejas producciones abstractas. En Composition in C Minor (1985), Orlando ha recreado una hilera de músicos como si el observador capturara un vistazo de una sección de la sinfónica. Una figura, con su brazo extendido, líricamente curvado a lo largo del papel, tiene su mano sobre un teclado. La segunda figura, compuesta de un perfil obscuro, tiene un violin posado en su barbilla. Aquí, Orlando nos demuestra el poder de su medio de expresión; el castaño del violin es creado con la misma pulpa del papel teñida y a su vez pasa a ser parte de la hoja. De muy buen tono, Orlando ha puesto largas fibras que representan las cuerdas del violin, también como ha colocado una página de música dentro de la pulpa húmeda del papel. En esta misma página encontramos el nombre de J. S. Bach que nos un indicio de la inspiración de esta obra.

La fusión mística de la música y del arte, íntimamente ligadas al proceso de creatividad, han sido desde tiempo atrás inspiración de los pintores y fue en los primeros años de esta centuria elemento primordial en la racionalización del abstraccionismo.

La música ejerce una especial influencia en el maestro Agudelo Botero quien, ciertamente cree, que sus ritmos y armonías pueden ser traspasados directamente a una serie sucesiva de colores, con repeticiones y variantes de sentimiento y motivo en la composición. Quizás, sea esta la razón por la cual la música se integra a su obra, constituyéndose, no sólo en marco de entorno visual para sus expresivos temas, sino en toda su complejidad, destacando la creatividad que se oculta en las obras ejecutadas sobre el papel hecho a mano. La combinación de esta original técnica, con sus diseños rítmicos, contribuye a presentarnos una faceta nueva en el repertorio del artista.

ESPIRITUALIDAD:

El deseo de crear obras de arte que trasciendan los límites seculares del modernismo y vayan más allá de la simple comercialización, ha despertado en el maestro Orlando Agudelo Botero una inquietud inusitada por la investigación humanística, son los arquetipos de la imaginería el foco central de su búsqueda e inspiración fundamental que le llevan a adventurarse en la concepción de obras que tienden un puente a la brecha entre el pasado y el presente. Sus pinturas que van, desde las que tienen una obvia referencia religiosa, hasta aquellas que sutilmente implícito llevan un poderoso y refinado mensaje de espiritualidad universal. El artista sin temor alguno y con profunda emoción profesa su propia fe. Su creencia en la existencia de una Fuerza Superior Ordenadora que va más allá de la identificación de ésta. Con una religión formal y que lleva implícito un sentido amor por la humanidad, le alienta para soportar la pesada carga que pudiera suponerle la connotación religiosa o espiritual que se vislumbra en parte de su obra artística.

Los resultados sobre la exploración acerca de los infinitos alcances de la doctrina y el simbolismo, cristianos y no cristianos, que han caracterizado a la imaginería del pasado, son plasmados por el artista en su obra de carácter espiritual a través de la utilización de metales nobles como el oro y la plata.

La representación de la cruz en algunas de sus pinturas, destaca su crianza católica y la influencia de la herencia colonial. En oportunidades dentro de estas obras se encuentran referencias a las raíces precolombinas de los antepasados y de su tierra natal. Así como aluciones místicas a los enigmáticos idolos y simbolos presentes en las imágenes sagradas del mundo antiguo y aún del presente. La serie de ocho obras en técnica mixta titulada Las Cruces se yergue como una bendición, sobre las ruinas de una sociedad acosada por el materialismo. Estas obras que asumen diferente apariencia según son trabajadas en collages con metales, joyas u objetos ordinarios; como cartas, etc., sobre papeles de variadas texturas, adquieren con la mano y el pincel del artista—elementos distinctivos siempre presentes—un carácter verdaderamente humano. Estas cruces que son provocativas y bellas como primitivas y elegantes, continúan, hoy en dia, a medida que la aparición de nuevos materiales e ideas acorde con la realidad del momento así lo ameriten, haciendo parte del repertorio artístico del Maestro Agudelo Botero.

En Bendición (1994), los beneficios que en lo alto emanan de la Fuerza Superior, en tonos tenues de azules y blancos, iluminan espiritualmente a la figura que se encuentra en oración, mientras vestigios de rituales provenientes de diversas culturas, brillan con dorados esplendores.

El gigantesco tríptico Maestro (1992), obra en la que parece encontrarse la sumatoria de las creencias espirituales y religiosas del artista, la imagen del Maestro, abraza conmovedoramente a la paloma blanca de la paz, mientras dos ángeles; el uno negro y el otro blanco, a cada uno de sus costados, se encuentran en actitud de reverente genuflexión. Esta obra majestuosa, que rinde homenaje a las fuerzas conductoras del universo, resguardadas detrás de la enigmatica máscara, no es otra cosa que una manifestación del profundo respeto que el artista profesa por todos aquellos seres que en el universo confían en la máscara como elemento elemental de comunicación espiritual.

Angeles y madonas son temas favoritos de algunas de las obras espirituales del maestro Agudelo Botero. Enero (1990) es una de las pinturas que cada año surgen de su creatividad sin límites, en esta oportunidad destacandose como una ofrenda al Año Nuevo. Representa al tan reverenciado ángel guardián del paraíso, criatura tan amorosa como enigmática, su alada presencia mantiene la atención de los creyentes y de los no creyentes. Es guía de las plegarias infantiles y fuente irradiadora de fuerza espiritual.

En Historia (1992), el maestro Agudelo Botero nos presenta un ángel sin rostro que se mueve diagonalmente a través del lienzo sobre un fondo en bajo y alto relieve esculpido con rostros humanos. La pintura en su conjunto representa la presencia a lo largo de la historia, tanto de las creencias religiosas como espirituales en la vida de los seres humanos.

En el último trabajo de Orlando Agudelo-Botero que ha sido incluído en este libro, titulado The Blessed Ones (1996), nos muestra que el artista nos traslada hacia la naturaleza y el medio ambiente. El mismo es parte de la serie titulada The Nobility of the Trees, esta pintura tiene una figura, que rodeada de árboles se encuentra acariciando la copa de uno de ellos. Los árboles de la parte superior, grabados con carbonilla sobre un fondo gris nos trasladan hacia invierno, por el contrario, en la mitad inferior los mismos están brotando, como en primavera sobre un cielo azulado. Sutilmente en ellos podemos distinguir caras de seres humanos, implicándonos la preocupación del artista por el medio ambiente, y la naturaleza bendecida por Dios.

Para una persona que hace parte de la sociedad contemporánea como lo es el maestro Orlando Agudelo Botero, la atención que le dispensa a temas de orden espiritual le hacen aparecer como un artista en abierto desafío con las tendencias del modernismo. Afianzandose en sus propias creencias espirituales e intuitivas dotes artísticas, Orlando Agudelo Botero concibe los venerados iconos de antaño con la confianza y seguridad del presente.

EMOCIONES

Podríamos llegar a definir como emociones aquellos sentimientos intensos que emanan del subconciente subjetivo, tales como la felicidad, el odio, la alegría, el amor, el pesar y el respeto entre otros. Para un artista que basa su trabajo en muy personales y expresivas reacciones hacia todo lo que le rodea y se vale del arte para de alguna manera influir en las reacciones de los demás, las emociones, por sí mismas, llegan a ser temas de sus pinturas.

Orlando Agudelo Botero le imparte un carácter emocional a todo lo que crea. Su arte sirve como vehículo para orientar e inspirar a los demás a responder de igual manera. Particularmente importante en su filosofía artística, es el concepto sobre la dualidad. Cada uno de los seres humanos presentamos una doble naturaleza que nos toca directamente: El bien y el mal; La obscuridad y la luz; Lo positivo y lo negativo; El yin y el yang; etc. De igual manera tenemos un lado emocional que es intuitivo y subjetivo y otro racional que es objetivo y analítico, para Orlando Agudelo Botero el control de estos factores se hace esencial para lograr un rendimiento creativo importante y la aceptación de los mismos, son su fuente de inspiración. La obra The Artistic Embrace (1986), es una pintura que irradia con energía, no sólo el amor que el artista siente por su labor creadora, sino que allí mismo se manifiesta su sentido de responsabilidad para perfeccionar al máximo grado el don que le ha sido concedido.

Con posteriodidad al honroso reconocimiento que le hiciera a la trayectoria de su obra artística la Casa Blancaen septiembre de 1988, el artista inicia una jornada de exploración y consagración a crear obras que pudieran llevar un mensaje de paz universal y desarrollo personal Triunfo (1988), es una obra que por sí misma deja percibir la emoción que en su oportunidad sintiera el maestro Agudelo Botero al recibir de manos de Katherine Ortega, secretaria del Tesoro de los Estados Unidos de América, la medalla de condecoración que conmemora el premio a la Herencia Hispana en las Artes Plásticas, que le fuera otorgado al artista durante una recepción en el Jardín de las Rosas de la Casa Blanca presidida por el entonces presidente Ronald Reagan.

En esta singular pieza, el maestro Agudelo ha recapturado el sentimiento de ese momento. Un medallón con un corazón en el medio cuelga alrededor de su cuello mientras sus brazos cruzados en un conmovedor abrazo lo aprisionan contra sí mismo. Su rostro ligeramente inclinado, en actitud de humildad, transluce la felicidad que interiormente se experimenta por el honor recibido. Igual satisfacción se encuentra expresada en la pintura de este mismo año Júbilo, la que ha renglón seguido inspira el proyecto titulado Luz, el cual promovió la educación a través del arte y le permitió, en ese entonces expandir su arte diseñando un programa de alcanze a los niños que acompañó su exhibición a Texas, Florida y New york, incluyendo el Fine Arts Museum de Long Island.

El balance que debe existir entre las fuerzas duales de la naturaleza y la existencia humana, incluyendo la educación como fuerza vital, al igual que la responsabilidad, son constantes presentes en las pinturas del artista. Orlando Agudelo Botero cree firmemente en la filosofía de dar antes que recibir, aspecto este, que caracterizan su desarrollo personal. Dualidad, nuevamente, es el tema de la pintura Emoción y Lógica (1989), un espejo de elocuente sencillez que proyecta dos perfiles que emergen a la superficie misma de la textura del papel, complementándose el uno con el otro, a pesar de sus diferencias. En Dueto (1987), la dualidad de la naturaleza humana, reducida a la forma mínima de expresión, en azules y blancos, origina un poder único de confrontación. Este es un tema recurrente en sus obras.

El énfasis en la sensibilidad subjetiva, en la emoción, en la imaginación, como opuestos a lo racional, está basado en el sentir profundo que el artista experimenta hacia el ser humano y hacia la naturaleza que lo rodea. Lo que representa este sentir, va más allá de lo meramente físico, viéndose así todo su arte impregnado del mismo.


 

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